Agazapados en esta tormenta de zodíacos,
mi corazón y el calendario próximo a estertor:
los minutos llegan como ajetreo a las arterias,
pende el suicidio del arcoíris, hacen falta árboles.
Mis lágrimas se desligan del espejismo
mientras la arena cubre las sandalias de la piel;
con puchitos de hollín, mis vértebras se desgarran
y los rayos del Sol irónicamente se ríen
de las alondras que despluma al ras de lo urbano.
Luego en los vilanos: el juego de cenizas del granito,
los puntos cardinales de la podredumbre,
los vellos donde el pubis reacciona tarde;
vos y yo, sobre la matriz de la acera
contándole fábulas a los adoquines,
a los faroles de los gatos atemorizados
y mientras la lluvia cae con fatiga
aceptamos la responsabilidad
de hacer caer la torre del sistema.
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