Subí a bordo en un éxodo sin regreso. Sin retorno
y sucede que el tren se ha desaparecido;
no sé si estoy perdido en esta jungla del tiempo
o si tus vías férreas aún existen en mis zapatos.
Camino hoy sin sandalias, junto al vaho de la ventisca
-y sin equipaje-
se fue mi espíritu a la isla de los rumores.
¿Acaso he vuelto al oficio de la soledad y a la del ermitaño?
Lo sé, sin duda las campánulas siguen ahí y yo a saber dónde.
En sí, ¿sabes que tus cartas las guardo en cada lágrima?
No sé, solamente que ya te volviste chiflado y yo converso contigo.
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