En medio de este follaje en ruinas:
un calor que brota del sopor de la noche,
una sed que se sacia con la copa del poro,
un racimo de caricias que vuelven loca la brújula;
vos y yo, en una tormenta clandestina
haciendo de cada gota una arista,
sí, una arista donde el suplicio no cabe;
sólo tú y yo, en esta caldera
que está próxima a convertirse en alambique.
En esta canícula de vergeles
no cesan nuestros ecos
y los grillos están en silencio:
el jadeo atraviesa los tabiques
y los gatos
-¡Ah, los gatos!-
juegan con su bola de estambre,
mientras nosotros arañamos el cosmos
-aullamos-
tal si fuéramos Clovis invocando más calentura.
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