Uno camina en las axilas de las sombras.
La disidencia aprieta mis zapatos, el respiro vuelve al fuego.
A lo lejos, atisbo el aceite quemado del incienso:
una cruda y simétrica muñeca se llena los bolsillos,
las guacalchías ladran, mientras un ebrio se traga al leviatán
junto a un puñado de afiches muertos, camino inquebrantable.
De pronto, a los pájaros se les da por cantar escabrosamente,
un adobe se hunde y descubre una víscera en una copa;
hoy en día, las evidencias vienen con pulpa suave,
pero de algún modo mordemos la almendra
y todo apunta a una resolución de lejanía.
Ya estoy harto de tantas nalgas insensatas,
de las miradas pespuntadoras del sexo,
de los desagües que eyaculan en los ríos.
(A través del espejo, la otra cara de la moneda.)
Las fisuras se ocultan bajo las raíces del espejismo,
mas el cinismo da la cara y se esconde tras la cultura.
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