Que sea la musa de mis auroras.
Que se llame Odisea
para que mi viaje nunca termine.
Una mujer anaconda, una que me atrape
y me engrillete a la alberca de sus labios.
¡Quiero una mujer!
Una mujer brasa, una con fuego en su boca
para que escupa mil dragones al gigante.
Quiero una mujer lechuza, que vele mis desvaríos
y gobierne en mis utopías grises color púrpura.
¡Quiero una mujer!
Una mujer luz, una con candelabro en sus pupilas
para que se torne destello en mis constantes tinieblas.
Una mujer garganta, una con balas en la lengua,
que no le dé miedo dispararle al caballo de Atila.
(Encuéntrame en el traspatio pulcro del tabanco.)
Te he encontrado, ahora te tengo,
pero la muerte llegó como centella
y quedé solo, con tu amor en un puñado de cardos desiertos.
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