(Uno tiende a pespuntarse heridas en el cuerpo.)
He visto cómo el viento se marchita en la espalda de las babosas.
─Yo atisbo a través del espejo, mientras las grúas levantan huesos
y la morgue lava su cabello con la sangre todavía humeante.
En el vértigo distante de los pétalos: el céfiro con sus ladrillos,
el cierzo entre nieblas y espectros, vendavales de asco.
─Sin duda, poseemos un armario lleno de sarcófagos.
El estertor aún se mueve en nuestras páginas,
las caricias se vuelven fúnebres en la vigilia,
vigilia que ya fue andada por muchos faunos.
(Ahora los huesitos crujen al ras de mis zapatos,
mientras las serpientes se arrastran en camiones blindados.)
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