Muchas veces en los faroles de la garganta:
el gato de humo con sus ergástulas perennes,
ya es inmutable, ¿nos hemos vuelto adictos al cigarro
o nos han vuelto adictos a los poros de las colillas?
(Desde la distancia, las cataratas se vuelven abrojos;
al fin de cuentas, desde pequeño bebemos del humo
y el biberón se nos convierte en polillas de cáncer.)
Desde aquí, atisbo la carcoma naciente de los escapes,
los árboles se contraen, mientras las nubes estertóreas
convulsionan al ras de la podredumbre del cierzo.
Por suerte, ya compré un respirador artificial
y mis pulmones se los doné a los ríos de asma.
Todo este dolor flagela la hojarasca de mi existencia
y de sábana, las piedras en botón sobre mi tumba.
(Después de todo, el dolor que sientes no es lo peor,
sino que lo peor sería ya no sentir ese sufrimiento.)
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