He fabricado navíos en el sótano de los tornasoles.
He caminado entre piedras, mientras el hambre me soborna.
No sé si he dado vuelta a la orilla de los vértigos;
pero sé que de esos agarré algunos y los he pulimentado.
Ha sido larga la fila, larga la podredumbre en cola;
desde aquí, solo espero a las burbujas de los cangrejos,
para hacer de ellas dragoncitos y palomitas de papel.
(Después de todo, somos cayucos de cartón,
en medio de un abismo de sequía y salmuera indiferente.)
Por fortuna, hoy endulcé mi café con un trozo de lágrimas,
mientras la mesa gemía junto a mis desatinos de colibrí.
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