Te vi sufriendo en los peldaños de la flecha, agarrando tinieblas con la palma de tus manos, atisbando trenes que viajan a lo mojado; te vi sonriendo en la penumbra de tus venas del opio, agarrando sapos voladores con el pelo enredado de la hojarasca, pintando lirios con el color de tus labios. ─Yo, mirándote y lamiendo versos en el taburete carcomido por la herrumbre del tiempo, sacando cristales de tus ojos y enrollando la lengua para sostener el sabor de aquella adicción y luego vencerla con la luz del cofre. Llueve desde el adentro de tu ser, pero pronto vendrá la calma y exigirá un nuevo pulmón para respirar dentro de los laureles que gimen a la orilla de tu vértigo. El llanto de tu nido no se hace esperar, ha estado sollozando desde el primer día en que vos comenzaste a ver topos con anteojos, tu figura se ha disminuido y los vientos que azotaban tu casa se han vuelto huracanes; los torbellinos se avecinan sino pones un alto a esta tormenta, tormenta que yace perjudicando desde el interior de la cama mortuoria. Los lápices se han vuelto inverosímiles para ti y los borradores un montón de escombros que sólo sirven para las pizarras; sigues inventariando problemas en la bodega del cerebro, sientes que tu disco duro ya no tiene capacidad para guardar lucha en su interior; ambos sabemos que las cigarras fueron holgazanas, pero luego proyectaron lo que las hormigas hacían a diario; esto las convirtió en grandes trabajadoras no obreras, buscando el bien común en las columnas celestiales y derramando lágrimas de orgullo al ver a sus descendientes como río con cauce claro.
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