Salto, salto, salto, salto... bien alto,
y los gatos no se detienen en barrancos;
salto y salto, y no hay remedio que el cobalto,
para poder comprar en los humildes tabancos.
En el fango pantanoso salto bien alto
y los zancudos se vuelven mancos;
mientras la rana se ayuda sola en su parto,
el candil con su ego alumbra en los cuartos.
Veo a través de lo oscuro del orbe,
ningún insecto me tomará por torpe;
a mis enemigos les entrego leche en vez de enojo.
Salto a pies descalzos como el pobre,
pero eso no quita el ser parte del orbe;
hoy me alejo de ti, sin despojo.
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