Un día después de ayer en el tiempo:
las canicas hacían agujeros en mis bolsillos,
los carritos sacudían las carreteras del patio;
hacíamos perfumes de las flores aledañas,
les reventábamos el pecho a las guacalchías,
jugamos a ocultar el muerto en el jardín.
Un día después de ayer en el tiempo:
los latigazos abundaban en nuestros errores,
el haz de leña era nuestro castigo;
el correrse no era una buena idea,
el sollozar no era la solución,
sino entender a puras palabras.
Un día después de ayer en el tiempo:
los monstruos de la obscuridad eran imaginarios,
ahora se han vuelto realismo en la punta de mi cuaderno;
Ovidio murió en las manos frías de la muerte,
mis orejas parecían elástico en sus manos;
todo por ser como una piedra lanzada al río.
Un día después de ayer en el tiempo:
mis zapatos eran de piel contra las espinas,
los ojos sólo atisbaban el color del juego de video;
mientras mi alma disfrutaba de la sombra negativa,
el sombrero de mi abuelo cosechaba en la milpa.
¡Ah qué tiempos aquellos! ─Yo y Tú...─.
Un día después de ayer en el tiempo:
los faroles se encienden en la falda de la poesía,
alumbrando la conciencia del vate ayer niño,
sacudiendo el polvo del petate adolescente;
sin embargo, todavía los cigarros se regalan,
y los héroes los toman como agua de manantial.
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