Enredando tus vellos con los míos en este vaivén de pinos,
sacudiendo escombros con el harapo de los poros;
olvidándonos de que realmente somos realismo,
sabiendo que las lágrimas que llueven son pura misericordia,
y que los girasoles sólo nos adornan nuestro aposento.
Algunas veces los jeroglíficos tratan de asustar a los andenes,
el plomo trata de intimidar a las tortugas de la vigilia
o los azules escupen con sus macanas en la cabeza de la huelga.
Tornillos y tuercas faltan en los transeúntes robots,
ya que la unidad central de procesamiento se ha apagado;
dejando atrás a los adoquines y pavimentando las calles
con el incienso diezmal de las palabras con espinas.
Tú y yo, nos encontramos como gomas de mascar,
pegándonos en el zapato de los espectros,
causando vértigo a los terremotos de números y letras;
estos que adornan los muros del cementerio,
advirtiendo muerte a la orilla del camino.
Ambos fingimos reír cuando nos cuentan un chiste,
pero en nuestro interior sabemos que no es tiempo de reír,
sino de levantar la motosierra y talar la mala hierba;
sin embargo, solos no podemos con esta lucha,
tenemos que buscar más arañas que pespunten
en este mundillo pobre de las letras de cartón.
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