I
Dudo cuando las esporas del vello se vierten
en la marea nocturna de los espasmos.
II
Aunque a veces cedo lágrimas cuando el pubis
se convierte en dos montañas de escombros.
III
No sé, si la rutina rompe las neuronas
que piensan en el sinsabor de la vida.
IV
Aunque a veces lo único que agita los poros
son los vendavales nasales de nuestros volcanes.
V
Pero, ¿qué pasa cuando las flores entregan su néctar?
Tú me dirás, que lo hacen por satisfacer su calentura.
VI
Sin embargo, las dalias desean permanecer sin olor
en medio de tantas rosas que se entregan en perfume.
VII
Todo es caliciforme en la noche de lunas embriagadas,
todas terminan siendo sábanas de andenes sin dueño.
VIII
El número comienza a darse después de la madrugada,
ablandando con trallazos a la retina fingida de la dama.
IX
No es fácil conseguir una faena sin riesgos en su núcleo,
la mirada de las lechuzas es más fría cuando amanece.
X
Recuerdo que el blues que sonaba en la taberna
del perdido, era como una sonata infernal del tabanco.
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