Sangre, cuchillos, pistolas, ametralladoras, políticos, religiones... Es todo lo que todavía sigue dejando el caballo de Atila; el sufrimiento no se hace esperar, fenecen familias en manos de la herrumbre, borbotones de sangre se evaporan en las calles y en los potreros del pulgarcito; el tizne sigue fluyendo en los poros de la Tierra, los espasmos se hacen presentes en las raíces de los pinos, los manglares le sollozan al pulmón del mundo. El sin embargo no existe en el caos, ya que los retortijones no se detienen y siguen atormentando a las primaveras; las pisadas ecuestres eliminan la calidad de vida, las alzas se vuelven minifaldas. Se nota inverosímil cuando los hunos arrasan con un país subdesarrollado; las fábricas, madres de la destrucción y explotación de los obreros; la política, medios de difusión de basura; las armas, un producto más de exportación; los desaparecidos, bancos de órganos. Las arenas del Sahara, se han esparcido por todo el orbe, los colibríes se alimentan del néctar ácido de las flores marchitas, los zancudos succionan de los poros a punto de fuego. ¡Quién dice que las fantasías no son parte de la realidad!, Othar existe en cada cuna del mundo; mientras derramo el sudor en las nalgas de la poesía, él sigue destruyendo lo que se pone en su camino. Pero sé que estas letras, que el silencio trajo a mí, serán una semilla más, en el campo de los que luchamos sin esperar algo a cambio.
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