El crujido de la hojarasca se oye a partir del primer cordaje, atrás de ti voy disfrutando; el Sol cierra las cortinas y las vuelve abrir con la tenaza del calor, exquisito te vuelves en mis tímpanos, el horizonte se vuelve cercano; mientras los cardenales cantan ópera en las ramas de lo expectante, la guitarra suena y entrecruza mis pensamientos; me vuelvo un vate anónimo cuando la araña toca las cuerdas como un relámpago; suenas tú y te escucho yo, vigilando desde aquí a las musas que bailan alrededor del fuego de las cenizas. En todas las ocasiones: has hecho que el horóscopo parezca una simple basura en medio de tus notas, has hecho que las piedras se conviertan en aves que vuelan, has hecho que los árboles nos muestren su dolor en el eco de sus hojas, has hecho que el machete esconda su filo y lo muestre en las hojas del cuaderno, has hecho que las jaulas se abran y liberen al torogoz de su grillete, has hecho lámparas de los cometas e iluminado a los escombros olvidados. El azul de los cristales índigos: nos muestran lo bello del verso, lo bello de la poesía, lo bello de saber que la mujer es una parte de nosotros y no una esclava egipcia; sin embargo, las palmeras sacan chispas y los surcos masturban a otros surcos; es aplastante la realidad realista de nuestro orbe, vivimos a diario en un manicomio sin dinteles; pero el tocadiscos sigue sonando en el silencio y después hace más ruido en los papeles del reciclaje. El saxofón sufre cuando le entra el aire en forma de hollín y herrumbre, las cuerdas le sollozan a la banqueta del traspatio, salvo cuando un cerebro le hace el amor a los instrumentos y eyacula ideas llenas de certidumbre.
Me encanta el erotismo subyacente.
ResponderEliminarSaludos Roberto, aprendo del mejor, André Cruchaga...
ResponderEliminar