Para: André Cruchaga
...entre tantas ausencias solo la
muerte en la estantería de las hojas...
ANDRÉ CRUCHAGA
Sola en la vía del tranvía: gimiéndole al viento, masturbando al cierzo de la pestilencia, haciendo sufrir al azulejo de la hojarasca, durmiendo en medio de tantos espectros que deambulan; sordo el tiempo, ciego el ente, se plasman las lágrimas en las páginas del periódico; mientras los azacuanes hacen fiesta en los rascacielos, tú y yo, levantamos el polvo de las montañas a punto de estertor, dormimos junto a ellas, olvidamos quienes somos; pero al amanecer rompemos el silencio y lo atamos a las páginas del cuaderno de los senos. A veces me entra la duda, en cuanto un muerto muere en manos del plomo, de pronto, por la ventana entra un vendaval muy fuerte y provoca escalofrío en mis huesos a punto de ártico, me confundo y, cuando reacciono los espectros piden justicia. Al rato, acaricio el manto que cubre los pétalos del orgasmo en las metáforas, y de las anáforas no se diga, pierdo la saliva en mi cerebro y lleno de cantidades de raciocinios los nuevos trazos del tiempo; finjo ser un vate que a nadie le importa, pero también sé que de millones de personas que habitan este mundo, por lo menos a uno le agradan los puchitos de conciencia que lleva cada poema. Con orgullo desangro mis venas azules, para unirme a los que fenecen inocentemente; la herrumbre quiere detener con un dedo al Sol; pero mientras exista un cerebro que escriba y otro que lea; los espíritus de los caídos estarán acompañándonos en este orbe lleno de escarcha. Los guijarros no mienten, se unen al tiempo, obligan al agua a pulirlos y entregan la verdad envuelta en misterio; para esto es la poesía: para agarrar vida de las primaveras, para recrear letras a partir del llanto, para sangrar junto a nuestra Patria, para limpiar con el harapo a cada gota, para sobrevivir al ajetreo de la violencia, para echarnos a la espalda los problemas del presente, para sofocar a la lava del volcán rugiente, para calmar los nervios de los transeúntes que buscan el regazo de la ventana al vértigo.
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