Aquella ave todavía canta ¡dichosofui!,
los que me apreciaban sabían que valía más;
pero el gobierno silvestre quería un dólar más,
ahora las guacalchías sollozan porque me perdí.
Siempre tuve a las montañas por arte,
siempre en mi regazo las ruinas de vuestra raíz,
siempre el escudo brillaba en las manos del maíz;
siempre tuvimos fe en no cambiarte.
Sólo el eco del recuerdo nos devuelve,
lo maravilloso de tus colores vivos;
sólo nos queda recordarte en olivos,
para que algún día vuelva tu carrosa fúnebre.
La chiltota todavía pespunta su nido,
esperando que se vaya la tortura
de toda la vida que no finge ser dura;
lamenta mucho el enorme descuido.
Éramos pobres, pero tú no nos faltabas,
cosechábamos las tierras nuestras,
sacando provecho del maíz de muestras;
todo ha cambiado en la tierra que amabas.
El café que valía un Colón de tus entrañas,
ahora vale un cuarto de dólar de capitalismo,
todo ha sido un pésimo y fétido realismo;
todavía te recuerdo en cada una de mis mañanas.
En mi gaveta todavía guardo lo que fuiste,
vales mucho para mí, en el presente y el futuro;
guardaré tus escombros en mi muro,
para que tal vez un día vuelvas como te fuiste.
Colón, que yaces envuelto en la calígine,
espero perdones a los que te vendieron
y su boca no la conviertas en chicharrón;
sin embargo, pido un cambio para la vorágine.
El arcoíris reclama tu bello nombre,
aunque Cristóbal haya sido un genocidio
que arremetió contra mi hermano indio;
pero eras niño entonces, ahora hombre.
El Tazumal te espera en sus ruinas,
orgulloso, porque izaste su orgullo;
una vez más quiere ser tu arrullo,
y que corras por sus campiñas.
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