Las etiquetas se vuelven fétidas al mediodía,
los zapatos, un racimo de discordia;
mientras el caos se vuelve verosímil,
las burbujas violetas explotan con el añil.
Sin duda, los petardos son asesinos,
azotan meñiques con dureza;
sin embargo, siempre hay curvas en los caminos,
que extrema ciénaga de la pobreza.
Se hiela el corazón al encontrarse con el filo,
los laureles sollozan junto a sus ramas,
los ancianos juegan a ser dueños del asilo,
y usted y yo, soportamos el frío en las letras.
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