Pasa el tiempo y las palabras todavía desgarran el tintero del conacaste, los sinónimos juegan en la punta del madre cacao, juegan a ser chiltotas, procuran no ser clarineros; ahí en la hierba, echados como vacas, yacen los escarabajos, ocultando sus pelotas de estiércol en la jaula del entrecejo; fingiendo que el mundo es una bola de cebo, una bola de estambre o una bola de metal mohoso; sin embargo, podrían estar en lo cierto, ¡ya no sé qué pensar!, cada página de mi vida se mueve en mi cabeza; aunque los colmillos de la jauría me hacen cosquillas en las axilas: de los ríos ¡qué digo de los ríos!, si a cada rato me dan garrotazos en la nariz; del aire ¡qué puedo manifestar del aire!, si a cada momento golpea mi cara con su látigo de lágrimas; de la Tierra, ¡qué digo de mi amado planeta!, si todos los contaminantes son esquelas que todavía no han sido pagadas. Pronto la naturaleza cobrará sus intereses y nosotros tendremos que prestar algo de color verde a otros planetas; según lo crítico, estoy a punto de morir en el interior de tu cuerpo, el alma se me sacude y los añicos del espejo se meten al corazón, como espinas de aquella negra rosa que aquel día vi sembrada en las rocas del monte Fugi. Lo cruel de los antónimos, me hace agujeros en la espalda; mientras el dolor crece y los colores se marchitan, el poema avanza y mis calcañales están a punto de hundirse en las cenizas que acompañan a este pobre orbe lleno de ilusiones; pinocho, se burla de los de abajo, obtiene todo y los que sudan no obtienen nada a cambio; por esta razón, me uno al significado de las palabras que manifiestan un rencor, debido al mal uso del diccionario de la vida digna; oh diccionario, adivina quién te escribe: solamente un obrero más, un pobre, un pájaro... que busca una solución en medio de tantas astillas.
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