Pintura de Jorge Valladares Diéguez
Me pregunto: ¿dónde está el ojo de agua?, ¿dónde están las sandalias?, ¿dónde está la camisa de manta?, ¿dónde está el pantalón curtido de barro?, ¿a dónde se ha ido el espíritu del maguey?; quizá, las hamacas escuchen mis preguntas y la zarza espine como objetivo a mis zapatos; no sé, tal vez la ninfa me responda u obligue a mi cuerpo a lanzarse al vacío de las campánulas, para ver si encuentro vestigios; a oscuras, en medio de los escombros, encontré al mimbre sollozando el olvido, roto de los ojos como el cántaro de barro, que fue reemplazado por el plástico que derrumba pinos, conacastes...; en la quebrada, sólo el eco platica conmigo, los pájaros cantan con sigilo, le temen a la hondilla del incienso; sin embargo, las amenazas no son las que vemos a simple vista, ellas yacen ocultas en los productos, esperando dar la puñalada en nuestro bolsillo; por eso los cántaros temen desaparecer del cerebro, escuchan al agua del alambique en el peñasco diciendo: "ven y prueba de mi nacimiento, con mi fórmula nacerás de nuevo y leerás mi pesar"; allí es donde las letras abren heridas: en mis labios, mi voz, mis manos, mis dedos... ahí el poema se torna verosímil y exacto, resucita de entre los muertos; retorna el recuerdo del pasado y atormenta las hojas del cuaderno; ahora en medio de las rocas, el barro, que le da forma a sus entrañas, tratando de sobrevivir a la fosa séptica de la Tierra. Ah, la Luna, comiéndose las olas, digiriendo petróleo y ballenas muertas; la marea bañando a las rocas con el veneno de su regadera y las pirañas alimentándose de los obreros que todavía siguen vivos en los cantones; todo el barro yace debajo de las fábricas que llaman progreso.
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