Pintura de Edgar Ende
De cierto os digo, que no callarán las piedras mientras chorree la sangre.
Sucede que a veces las espinas del aliento son tan frágiles como el horizonte.
─Hiede la voz cuando parafrasea sepulcros. Cierta es la periferia de mis desdenes.
Ciertos los periódicos que a manera de herrumbre son el calostro de la iridiscencia.
(No veo porque hacer fila para pedir un poco de armonía al espantapájaros.)
No veo porque hurgar la herida de los espejos. Tampoco quiero causarle infarto
ni taquicardia al corazón del tiempo. Llueve, llueve sobre el viejo paraguas de la memoria.
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