Miles de arpones yacen y carcomen entre sus piernas.
Más de veinte plagas asedian sus anidados y enredados cabellos.
Ya no sabe si vive o si es tan solo una tumba erecta y vacía.
Tiene termitas en los encajes, guarda rayitos cancerosos de Sol enfurecido.
─¿Cuántas veces has pisado mis ojos sin darte cuenta?
¿Tienes idea de cuántas lágrimas te has bebido mientras agonizo?
Las hojas cogen su tranvía, nunca regresan a mis manos por otro estertor;
lo sabe el otoño, rieles de enmohecida y redonda melancolía.
(Ya no cabalgan ni custodian los elfos nocturnos el tesoro de mis peonías.)
Quién podrá contar relatos de una selva sin sombra, quién podrá exaltarme
y respirar al mismo tiempo de mis longevos perfumes.
No necesito, ni nunca necesitaré forenses para que descubran de qué he muerto.
Basta con solo mirar hacia el cielo y abrir el arca torácica de las nubes.
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