Aquí, estoy sentado, frente a un saxofón tan viejo como el trópico.
Estoy sentado, en medio de una tumba redonda a la espera del vacío,
a la espera del crepúsculo envuelto en lágrimas y avenidas.
El viento yace furioso, golpea mi cara con hojas de muerte,
mientras aquel cuerpo sigue envuelto en sábanas de páramos y hielo.
Nunca están demás las horas del polvo, ni el trino tañido de los pájaros;
¿cómo se puede vivir en el traspatio tan irreal de una sonrisa inasible?
Repican las campanas de la sal, y en lo alto de la torre, solloza una tórtola;
parece un mal sueño esta tarde de quince horas bajo melancolía,
parece que el tiempo ha entrado en un coma tan profundo como el océano
y no da señales de volver a encender las linternas del cielo. (¿Cómo salir?)
¿Cómo salir por la puerta de atrás y escapar de esta factoría de fuego fatuo?
Sobre las olas, te alejas, sin abrazar ni decir adiós a mis lágrimas. ¡Te amo!
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