Entre tales retratos, otra vez, el asco. Odio hablar de semáforos
y raudales con alambiques y cocodrilos al acecho. ¡Ódienme ustedes!
Los que caminan con ciertos zapatos hechos con el sudor del moribundo,
los que comen del plato de la incertidumbre, los que se ríen del barro;
ódienme, siempre y cuando vomiten en el pórtico antes de mencionarme,
siempre y cuando dejen sus joyas y sus ficciones en mi alfombra de polvo.
Tengo veintiséis años de zozobra y malos hábitos, he bebido luciérnagas
y he tenido sexo sobre el musgo que cuelga del pubis de la Luna.
A ustedes no les importa, no les importa el llanto de los horcones,
ni los bejucos que rodean el estómago ulceroso del charco a la deriva.
Aquel día: vosotros germinaréis como una llaga en la joroba del dromedario
y tendréis que buscar al país entre el pus de vuestros andrajos.
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