Tan solo en sueños he visto los cuatro rostros del viento.
En cada uno hay ausencias del tamaño de un niño cantando entre ráfagas.
─Hay heridas, páramos y piedras con hieráticos vértigos,
laberintos de aproximadamente treinta mil infinitos de elevación.
(Siempre he dicho que nadie está solo en esta desconsolada tierra,
pero cada uno está solo en este destartalado mundo estertóreo.)
Quizá algún día tomemos un poco de aire en nuestras manos
y veamos cómo su miedo hacia nosotros se convierte en ceniza.
¿Cuántos espectros dibujan con sangre las líneas del Ecuador?
Infranqueable el aliento de las piedras del entrecejo. Como vos,
los andamios en donde el murmullo fabrica sus relámpagos,
aldabas que lentamente carcomen el portal de mis nahuales.
De nada ha servido todo este palabrerío de herméticos meñiques,
si al final el viento oculta sus rostros, de nosotros los muertos con vida.
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