Digamos que no sabemos nada de la Tierra y sus espejos de pesadilla.
─Digamos que masticamos almendras vomitadas por el crepúsculo.
(Que no sufrimos y que tampoco vivimos bajo una misma cripta.)
Digamos que no sabemos nada de los ríos que lagrimean estiércol.
Que los únicos culpables de todo este reguero de sangre son los pájaros.
─Digamos que no conocemos noches de hollín y masacre.
Que no existe el frío ni los vértigos tapados con papel periódico.
Digamos a la cigarra que no somos humanos y que la indiferencia no existe;
ya que ella no escucha ni describe la magnitud de sus lamentos.
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