Te oirán venir y dejar el capullo colgado de la madrugada.
Se escuchará cada réquiem mientras telarañas
bordan vestidos
y colibríes fruncen el alfabeto hasta formar
un pequeño museo.
Cobrarán vida los pantanos y las esmeraldas
pintarán sus cabellos de barro;
y, aunque las estrellas reflejen sus almanaques
rellenos de agujeros,
el as de estiércol cambiará la vida de los
muertos en los cementerios.
─Hay pequeños fragmentos de hojarasca en los
huesos del aliento,
así como en el pecho diseccionado del vértigo
aún fresco e insatisfecho.
(Suele
la noche bajar por la orilla del río y recoger las palabras en un bolso.)
Las escaleras están hechas de osamentas y una
que otra primavera deshojada,
hasta el tiempo carga sus muletas tras los
números asmáticos de sus arrugas.
Tendremos que viajar hasta el punto ciego de
las sombras; investiguemos,
acudamos al plano donde las cartografías han
hecho un origami del suplicio.
Al fin tendremos de qué hablar si salimos
ilesos de la niebla y sus navajas;
al fin tendremos un espejo, uno donde la
asfixia sea una orquídea
y el crepúsculo sea el comienzo de la reforestación del asombro.
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