Miga a miga, las paredes consumen el vástago que fue
sembrado entre anémonas y tarántulas disciplinadas por la sombra. Uno tras
otro, en vertical los gusanos forman una ventana infranqueable. Las cucarachas
(las más viejas del hotel) degustan el vaho que sale de las cloacas, mientras
el Sol trata de alcanzar la cerradura que yace abierta al deseo, como una
luciérnaga en busca de arcos iris o como una brasa en búsqueda de un trozo de
madera. ─El ejote tiende a dormirse con el canturreo del silencio. Así, tal
cual una ventisca, sucede que a veces las cadenas son las mejores putas del
negocio. Desde aquí no se puede ver el farol encendido del navío, ni las orgías
que le hacen en vuelo los pájaros al viento. Afuera, las mariposas hacen largas
colas para poder intercambiar saliva con lo que queda de los trenes. Duele
cuando las espinas llegan y lubrican con aceite de Luna los candelabros vacíos
del hospicio. Tremendamente asiduo al complot, asiste el corifeo y descuartiza
las últimas lágrimas brotadas de un barrote casi enmohecido… por la
condena.
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