Aquí, a la orilla del epitafio,
donde las polillas llevan a cuestas el crepúsculo;
aquí, a media colilla, donde aún hay islas y pequeñas cloacas:
otra vez se enciende el aliento y resuellan con fuerza los almendros.
─No puedo conciliar el alambique, ni puedo entablar el monólogo.
¿Hasta cuándo la escarcha triturará nuestros mares internos?
Tal vez permita que entre un poco de angustia por el ático
o quizá transite la plataforma esculpida entre el monte de tu pubis.
Sea pues, en desbandada, la digresión del mirto bajo la sábana,
la que mañana escriba... a cuánto asciende el ánfora de la agonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario