A veces, la luz se ahoga al tocar el trasfondo del sonido.
Escucho como llora o gime la buganvilla ante el claroscuro
del Sol.
Las lágrimas son un plato gótico, una mancha inmaculada y
complicada.
(Caminamos hacia el
camino de lo no vivo, hay vírgenes abiertas a la muerte,
brújulas con gargantas
oxidadas e inclinadas hacia el esperma de las gárgolas.)
Sucede que no tengo estrella donde arrojar mis vacíos o mis
puñados de desvanes;
olas revuelcan el aliento de la arena, pócima de los nativos
gélidos del día a día.
El loto anuncia la muerte del amor. ¿Dónde quedaron las
piscuchas de la esperanza?
¿Qué curso tomará la sangre al desviar su eufonía hacia el
insomnio?
El crepúsculo del ahora está hecho de violines y
desencadenadas notas de cementerio.
Cuando escribo sangra el abecedario, jamás se cura del
teatro violento de la deshora.
─Soy un bufón en medio de rosas y corceles, un crisantemo
rechazado por los espectros.
Al final sé que solo usted me entiende, aunque se encuentre cuatro universos bajo tierra.
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