Al reparar la lejanía que viste los andenes:
se desborda el rocío enclaustrado en el
epitafio del quirófano.
Hay que abrir con bisturí afilado al
crepúsculo, testigo ocular de los metales.
Al caminar, hablan las almendras a nuestras
espaldas, susurran las estrellas;
cada uno llora por su galaxia, por el arcoíris
que ya no mostró sus relojes.
En la ventana incluso posan ante la sombra los
pájaros desvanecidos del retrato.
El reloj de arena cuenta cada trago desagradable.
El horizonte despelleja sus caminos.
El cronómetro ya inició la cuenta regresiva
del aliento.
Usted, ya comenzó a recoger sus despojos; otros, los vieron en fuga junto al invierno.
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