─Ignoro si la muerte posee carnet de minoridad.
Ignoro si las hiedras hablan o si son tan solo espectros
disfrazados.
Siempre hay atajos dibujados como peces en el pecho de la
intemperie.
Dinos. Dinos todo lo que sabes del vacío. Dinos lo que
transita en su vientre.
El poema hiere con cada navaja lanzada por el crepúsculo. ¡Cuánta
ceniza!
¡Cuántos güistes guardados en el bolsillo del viento! Pareces
un volcán,
un volcán con lava en el estómago, un reloj con altas horas
de escarcha.
Entre la náusea, el discurso se eclipsa, el traspatio muta a
patíbulo.
Tras los vitrales, los crisantemos son cómplices de la
deshora,
incluso los periódicos catapultan el hijillo como si fuera
un proyectil.
Están tan sucias las baldosas del vaho, lo sabe usted que
las frota,
lo sabe usted que respira cada espina alojada en la ingle del vórtice.
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