El crepúsculo necesita un par de nudos ciegos en la retina.
─Tardes de musgo. Banquillos repletos de hojarasca,
gargantas vacías,
el trasiego ha vuelto a ponerse su sombrero de verdugo.
¿Cuántos kilómetros recorre el aliento hasta encontrar un
párpado vacío?
No tengo brújulas asiduas al beso o al respiro. ¡Qué más da!
El tótem flota incluso en la intemperie, es una luna de dos
caras:
una es amable y la otra es un agujero negro de espadas y rosas.
¿Qué nos ofrece el estanque y sus nenúfares de pierna rotas?
El tiempo no hace más que mirar con ojos de torvo cuervo,
ni el arcoíris ha recuperado la sonrisa, la tiene gris como
el otoño.
Cada día dejamos ir al pájaro a través del espejo.
Déjame decirte que: nada es cierto hasta que el espejo se desgaja
o encuentra a la Nada dispuesta a recibir sus güistes.
Sobre mis ojeras, todavía descansa el sótano de la digresión.
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