(Camina inefable la
sombra de la memoria.)
Entre trapos sucios y excavaciones decapitadas:
abofetea el aliento con sus ráfagas de hijillo,
no hay hojas en los árboles, si ojos con cédulas vencidas,
racimos de trompos despojados de su dulce baile.
─La noche se adentra en nuestros huesos, graba el insomnio.
El gélido vértigo azota la solitaria estación de invierno.
Sospecho de los trenes y sus vagones, del crepúsculo y sus
altibajos,
de la asfixia y sus temibles vestidos; sospecho, de usted y
su carcoma.
De pronto, bajamos en silencio hasta el ombligo, sollozamos,
besamos cada poro aterrado, revivimos la bóveda, la nada,
la nada no sospecha nada de nosotros. ─Somos bufones sin
sonrisa.
Nuestra boca hace tiempo partió a bordo del viejo navío
y se llevó en su garganta todas las noches que no fuimos de nosotros.
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