Extensas las alas negras del calendario.
Arriban peces con la boca entrecortada por el insomnio.
¿En qué navío viajamos a la velocidad de la nostalgia?
El ahora es un universo de anémonas. La muerte se muele a
toneladas.
No es un paraíso vikingo. Aquí no hay olas, salvo lágrimas a
contrarreloj.
Siempre el vértigo toca el campanario con sus manos de
crisantemo.
Libélulas horadan el cachete híbrido del crepúsculo. Dime
qué hay.
Dime qué hay que hacer para escalar el inframundo. Surge el
desenfreno.
Envuelta en costales: la luz aquella de la memoria, aquel
laberinto sutil,
aquel cementerio donde hay espejos ocultos, eufonía total del silencio.
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