Actitud del ciego

No digo que las montañas no puedan ser admiradas.

Pero cuando la luz se mueve como brújula en nuestra memoria,

miles de cuchillos de otoño caen confundiendo la mirada.

Ocultas están. Tan recónditas como un loto negro,

tan lejanas como un kimono sin princesa. Ojalá vistieran de niebla.

Ojalá en las casas de la villa ondularan todo el tiempo.

Ojalá pudieran cambiar el derroche por un poco de silencio.

Mis ojos se obligan a ver el loto desgastado de su impureza.

Dime cuántos han bebido de tus poros, triste oruga,

después de que vestiste de desiertos todo tu cuerpo

y áspides te inyectaron ríos de veneno y falsas argucias.

Te ves tan decadente como el crepúsculo frente al parque.

Los barrotes en mi cerebro no dejan salir ninguna palabra o cortejo,

me contradigo al decir que eres un astro vestido con lo que queda de la nada.

Ojalá hubieras vestido de niebla, ojalá hubieras sido solo niebla al pasar frente a mi ventana.