De qué sirve escribirte. Invisible.
─Si la hora del pantano apunta hacia tu lengua.
(La muerte, un trozo
hermético de nosotros mismos.)
¿Cuántas constelaciones terminan sangrando al descaminar el
día?
Siempre nos vemos abarrotados de sombras, barrotes,
bambúes y uno que otro tren perdido tras laberinto del
estío.
No somos caníbales a la hora de escribir sangre con
mayúscula,
ni tampoco somos masoquistas al pintar de lágrimas cada
crepúsculo.
Quizá seamos alguna clase de fuego gótico encendido sobre
vuestra mesa
o una marioneta del tiempo, sin brazos, sin piernas, pero
con el corazón en su sitio.
No nos duele taladrar en lo más profundo de nuestra memoria,
o en la vuestra,
pues no sabemos lo que somos, la verdad es que millones de
páramos fluyen en nosotros.
─Estaba ante mí, ante nada, yo era un montón de escombros
cuando besó mis labios.
Tal vez sea un loco con la Luna entre las manos, el otoño lo
afirmó antes de marcharse.
Bésame. No por última vez. No me dejes ir con las olas que mueren al anochecer.
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