A mi amigo Carlos Córdova, con mucho aprecio
(Nos hacen creer que es un maleducado.
Que llena su pichinga de mugre,
pero nosotros sabemos que de ella bebe agua de nacimiento.)
Él, es un cacaxtle tallado en oro,
un encéfalo criado por medio de humilde lodo y arcilla.
Él, baja el Sol para platicar un poco, peina sus rayos,
mientras corta los bejucos que capturan la vida.
Camina con sus botas de hule y perfume,
chapoda al son del vaivén de los árboles
y guarda un minuto de silencio
para que el espantapájaros haga bien su faena.
Él, es el héroe de los campos, protege la siembra con su vida,
guarda la armonía de un querubín en cada grano del silo amatista.
Llega la hora del almuerzo y las gallinas ciegas le atisban,
las hormigas le sonríen, luego deja caer a propósito migajas de pan;
es todo un convivio con los rastrojos, las piedras le susurran
y los escarabajos hacen del estiércol algo maravilloso;
todo esto no es más que el labrador del sagrado alimento,
alimento que se venderá con precio injusto al miserable IVA.
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