Me he perdido en el granito de los trenes.
(Al fin de cuentas, el sudor del grafito se nota,
asfixia los poros del tabique, sangra a borbotones.
De nuevo la linterna con sus baterías de congoja,
de nuevo lo asible en los pezones de la locura,
palpita, como si tuviera algo que amamantar ahora;
caminan zarzas entre las fauces del río Cocitos,
mientras confabulan las lágrimas podridas del tiempo.
He aquí, la melancolía de Atena, vagón para aquellos
a los que les falta meterse doblados en Caja de Pandora.
Hemos sufrido por años: guerras, robos y hasta el cielo
se ha puesto en contacto con la herrumbre y ha perecido.
Sin duda, todos tenemos una aguja en nuestros párpados,
nos lleva al insomnio y a tantos vértigos que no mienten.)
Después de todo, hay que seguir creyendo:
que las plantas son verdes, que el cielo es azul
y que la sangre siempre se tornará oscura.
(Al fin de cuentas, el sudor del grafito se nota,
asfixia los poros del tabique, sangra a borbotones.
De nuevo la linterna con sus baterías de congoja,
de nuevo lo asible en los pezones de la locura,
palpita, como si tuviera algo que amamantar ahora;
caminan zarzas entre las fauces del río Cocitos,
mientras confabulan las lágrimas podridas del tiempo.
He aquí, la melancolía de Atena, vagón para aquellos
a los que les falta meterse doblados en Caja de Pandora.
Hemos sufrido por años: guerras, robos y hasta el cielo
se ha puesto en contacto con la herrumbre y ha perecido.
Sin duda, todos tenemos una aguja en nuestros párpados,
nos lleva al insomnio y a tantos vértigos que no mienten.)
Después de todo, hay que seguir creyendo:
que las plantas son verdes, que el cielo es azul
y que la sangre siempre se tornará oscura.
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