Te veo ahí postrada en el regazo de la herrumbre.
Todo es proverbio, una aguja con médula de rompecabezas.
Señalo los racimos de trenes herméticos, como una llave,
pero sin duda, bajo el dintel de su automatismo:
la silla con una leve herida en las patas, desdichada,
tal si fuera un puñado de lágrimas forjando una pirámide.
Es de pensarlo. Es de escudriñar en el follaje de tu mirada
y sacar del espejo una pronta respuesta para las injusticias.
(Los cerdos vuelan, ¿por qué un pájaro teniendo alas,
no alza el vuelo y escupe desde lo alto a las montañas?)
Precisamente, porque debajo de su plumaje áureo:
guarda principios, vértigos con sabor a tierra mojada
y una manera de pervivir en este páramo de vientos artificiales.
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