Camino con la sequía atada en mis vértebras.
Ya no hay espacio para las acequias, ni para mis llantos,
todo se ha ido en la corriente, todo, absolutamente todo.
(Atisbo en tus pasos, el vaivén pétreo de las palmeras.)
He aquí, una palma con sus racimos de angustia;
y debajo, su fruto se ahoga en tumbos de lágrimas.
Ya de las piedras brota la duda, también los crepúsculos
con sus puchitos de ceniza y canas en las pestañas;
todavía sigo en el hábito de las alondras, ¡sigo! y no avanzo,
por suerte, ya tengo un féretro apartado en lo póstumo
junto con unas rosas que destiñen lo inmutable.
Hoy, el nido ha sido devorado por aves negras
y la autoestima del torogoz ha sido pisoteada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario