En el tragaluz de los caracoles, la noche pulimentada de las lechuzas.
Me he untado el bálsamo que emerge de los trenes.
Todo es posible, incluso cuando la distancia se cobija con la niebla.
Voy tras de ti, sembrando las uñas en el granito, debí detenerme
y coger un poco de herrumbre de tus litorales y fermentarla;
─sin duda, de las ventanas del cielo, el invierno con sus muletas
y bajo el calor del viento, el géiser con su vómito de cenizas.
(El féretro se muestra en el orificio de una aguja.)
Se nos convierte en roca la luz intermitente de la penumbra
y tú, brillas con luz oscura,
como si tuvieras una noche en el vientre de los días.
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