(Entre harapos: los vientos aprietan la garganta de la intemperie
y tú poeta, esclavo de una ergástula de veintiséis letras.)
Es horrible cuando los cuervos abofetean el alba de mis ataúdes,
escribo, y tal vez las sombras se tornen llevaderas ante el oficio;
he llevado astillas oscuras en el párpado por tanto tiempo,
ahora la almádana se encaja en mi pecho
y labra las grietas que abundan en el portal del sofoco.
(Debes agarrar un cartón y cubrirte de mí, caerás en el asombro.
Debo estar volviéndome loco,
estoy aconsejando a aquel que quiero matar.)
He tratado de dormir bajo el cobijo de las estrellas, ¡pero no puedo!,
ya que la escarcha cubre mis ojos y los escalofríos del vértigo
han clavado una daga en mis huesos, el estío se me ha borrado.
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