Dominan el bagaje de los días.
Los muertos ahora se cuentan con el ábaco de lo inmutable.
Mientras en el debate rechinan las mismas camas
y las almohadas bostezan al ras del vértigo.
(Y nosotros, sólo nos limitamos a dejar caer la piedra en lo gris
y a medianoche, en el traspatio, la vigilia con sus puchitos de cansancio.)
Detrás de los cubículos del eco: la hora con sus muletas y tabancos.
Quizá ya por despecho dejamos la huella en el arcoíris
y así elegimos a una oruga como mandatario de un país de murciélagos.
─Tras de tu sombra, la llaga que se arrastra a través del tiempo
y vos, torturando más a tu sangre con tantos litros de problemas.
Ya no hay jeringa para mis automatismos, ni pastillas para el insomnio.
Nada más queda atarle al caracol nuestras petunias
y hacer de sus espirales un brote de tragaluces.
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