Todo está afónico. Ni los pájaros ni el cierzo marchan.
Escucho en silencio el mutismo de los candiles.
Me da mala espina todo este ritual de cementerio;
(las nubes caminan hacia donde la flor de loto se abre;
¡los gatos!, ¿dónde estarán los gatos?)
¿Qué clase de maleficio es el que sale de cada átomo?
¿Qué conjuro es el que se ha empleado en las penas del litoral?
Logro a menudo escucharme muerto en el canto de los grillos,
luego salto por la ventana, caigo en los nenúfares de púas
y el reloj sigue marcando más güishtes en el calendario.
(Al llegar la madrugada, la invención se torna vacía;
¡las sombras tienen la culpa!, anoche bebieron tras el semáforo
y dejaron los desperdicios de la sequía en el cerrojo del hospicio.)
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