Al final, unos morimos en el emporio
y otros ante los ojos del buitre de la morgue;
todo es como una cobija, un sudario de púas,
una cripta marcada con fisuras en el entrecejo;
lo demás se lo dejamos a los pelicanos
y a los cuervos del relámpago de las cloacas.
(La posición de la tinta en la cara opuesta de la moneda.)
Por desgracia, hoy, bajo el clítoris amargo de la Luna:
vi al crudo y aletargado sabor de la mortandad,
vi caer del cielo un puñado de vómito sobre los pastizales,
vi florecer tras las nubes a una bandada de laberintos oxidados,
vi tras la niebla estertórea del reflejo
a tus ojos guardados en una cebadera de ixcanales;
vi sin duda, al desvarío tragando esquizofrenia de los andenes.
Por suerte aún sigo vivo, aunque grilletes me aprieten el pescuezo.
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