Frente a mí, un teporocho dándose
golpes en el pecho,
el fetiche no se inmuta ni pone
atención a sus lloriqueos;
afuera, un dragón de cartón duerme
con el estómago vacío,
las polillas le adornan el pómulo,
las mariposas le sobrevuelan;
al otro lado del mundo, el grillete
seca cada vaso sanguíneo.
Vos, haces nudo ciego del pellejo de
tu sequía, vestido de funeral,
pero no con traje de color negro,
sino con uno de color atribulado.
(Para
poder beber un poco de agua, es necesario apagar el switch del Sol.)
En la deshora: ¿qué estertores nos
quedan por pespuntar?,
¿qué espermatozoide quedará vivo en
esta olla raquítica?,
¿qué maternidad existe en un pezón
que cuelga de un hilo?,
¿qué borrasca no pone en peligro la
existencia de las sandalias?
Al final, nos toca quedarnos
sentados frente al insomnio,
solo para escribir palabras de
mierda que no huelen ni hieden.
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