¿Me habré convertido en un ventrílocuo de las sombras?
¿Acaso el esperma solo es una secuela de polvo en el desvarío?
No me queda duda, tras el abrazo impávido de los cipreses:
el viento con el soplo etílico a punto de allanar mis huesos.
Las sábanas, las linternas, los petates con sus carcajadas de viejo,
los dibujos, los espejos, los retratos con sus heridas de antaño,
la anfetamina, la zarza, los oráculos con sus pipas del demonio;
todo, absolutamente todo, el miedo por el cual ya no hay miedo.
(No es el insomnio que te abraza, es la saliva de la quimera
y el espejismo de la catarsis del surrealismo en los escombros.)
En esta noche de vientos huracanados, vos y yo dentro del sofoco.
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