Imagen tomada de la red
¿Dónde caben los trapos sucios de la lujuria?
¿En qué pocillo la saliva del follaje aparente?
A trasluz, el incienso sucumbe conquistado por Lilith;
sucede que he lustrado las baldosas y la sangre aún humea,
¿quién de ustedes puede asegurar que fue tan solo una herida?
(Llevo las sandalias untadas de erotismo, las libélulas me persiguen,
las mantis quieren que me quede fija como ellas, ─estornudo─,
se me atraviesan las polillas, las orugas me huyen,
hasta el arcoíris se ha vuelto oscuro y el cielo se ha desmayado.)
¿Quién puede seguir a paso firme el arca del aliento?
Si el viento a diario escupe plomo, las paredes padecen tumores,
el mar sufre de diabetes crónica, la marea, una hemorragia descomunal;
para qué les cuento, si todo esto es una peste irrelevante para su diario.
Ya ni logro percibir los tornasoles etéreos de la Luna,
tal vez ya ha fallecido y el culpable se escuda bajo una túnica.
Quizá algún día tomen a mal mis alegorías, pero nadie le dice nada al tocadiscos
y alguien tiene que decírselo; a veces, la verdad, un alfiler entre la ingle.
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