La pequeña viajera lleva manzanas
y un par de girasoles para alumbrar el camino.
(En su cesto aún no existe la nostalgia,
ni los espejos para admirar su hermosura.)
No es un vestido el que la embellece,
sino el amor que tiene por la naturaleza.
Sus pupilas no conocen la discriminación,
ya que antes del viaje sus padres la llenan de consejos.
Ella encuentra sapos y brinca como ellos,
encuentra mariposas y vuela como ellas,
encuentra flores y se queda quieta como ellas,
encuentra piedras y descubre la voz del silencio;
al llegar a la escuela, cuenta toda su travesía
y los niños con alegría buscan su compañía.
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